Domingo XXXII del T.O. (B)

Mc 12,38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

-«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: -«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

 

            Cuando era de voluntario en Florencia, vivía cerca de la famosa Iglesia de Santa Croce que, además de ser conocida por su belleza, es famosa porque allí hay grandes poetas enterrados. En muchas iglesias hay tumbas, pero éstas no le dan ninguna notoriedad a la Iglesia porque no son personas importantes, famosas, influyentes o ricas. Pero vamos a acercarnos a las realidades en que vivimos. En nuestras parroquias, cuando los domingos hay personas adineradas, esto es evidente, no solo en el ambiente por la suntuosidad de sus ropas y la fragancia de sus perfumes, sino también en la recolección de ofrendas. Que en esa Iglesia, así como estas personas ricas, también haya gente pobre, no cambiará el equilibrio de esas ofrendas. Su presencia o ausencia en ese contexto social y económico sería completamente indiferente

Un último ejemplo, uno de muchos otros que podría traer … La recocida que se realiza para los festivales patronales. En mi zona la gente es muy generosa porque cuida que se celebre una fiesta que compita con las fiestas patronales de los países vecinos. ¿Cuánto es importante la oferta de 50 centavos de euro que un niño puede dar en comparación con los 50 o 100 euros que la gente suele ofrecer? La cantidad que el niño puede dar es ridícula y no afecta en lo más mínimo el mejor resultado y la mejor calidad de la fiesta. Sin embargo, para el niño esa moneda ofrecida corresponde a la renuncia de un caramelo, que para él no es para nada indiferente …

            En el Evangelio de hoy hablamos de personas importantes, imponentes y ricas, los escribas, a quienes “les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes«. Se habla de los ricos que arrojaron muchas monedas en el tesoro del templo … .. Y también se habla de una viuda pobre que arrojó al tesoro del templo «dos monedillas, es decir, un cuadrante, […]TODO lo que tenía para vivir«.

La presencia o ausencia de la viuda pobre en ese contexto se vuelve indiferente. Nadie le agradece por su inútil contribución, humanamente hablando, y nadie se regocija por su presencia no influyente. Lo que no podemos decir de las personas ricas e importantes como los escribas que muchos querían tener como amigos por su influencia social y económica.

Esta evaluación no refleja la opinión de Jesús. El Evangelio usa el término «sobra«, que también tiene un significado de «inútil» con respecto a la contribución económica, aunque grande, de los ricos y con respecto a la actitud suntuosa y de primacía de los escribas, de lo que sobre todo Jesús avisa. Por otro lado, la viuda pobre es digna de admiración y Jesús se detiene a mirar, a valorar y usar la vida y los gestos de esta persona como un ejemplo de enseñanza.

            Debemos hacernos una pregunta que sea fundamental para la comprensión de este evangelio: ¿por qué la viuda pobre fue al templo, a pesar de la inutilidad de su oferta y la criticidad de su condición? Estos son dos elementos que nos hacen desistir de las buenas intenciones de hoy. Pensamos: si lo que puedo hacer económicamente es inútil para ti, mejor lo guardo para mí, eso es más que útil. Y de nuevo: Dios me abandonó y me permitió quedarme viuda y sin ningún recurso económico (una de las peores condiciones sociales que podrían ocurrir en los tiempos de Jesús). ¿Por qué debería volver a su Templo para rezarle yo que no siento ninguna gratitud?

La presencia de esta pobre viuda en el Templo y el gesto que cumple, nos hace reflejar que nuestra actitud de rechazo y lejanía no es legítima. La mujer va al Templo y le hace una oferta por amor a Dios y no para ser vista y alabada por los hombres como sucede por las actitudes hipócritas de los escribas. Este mandamiento que resume la plenitud de la Ley que escuchábamos en el evangelio del domingo pasado se cumple: «Amarás al Señor tu Dios con TODO tu corazón y con TODA tu alma, con TODA tu mente y con TODAS tus fuerzas«. Y así también el segundo mandamiento se cumple en los pobres:» Amarás a tu prójimo como a ti mismo«. De hecho, muy a menudo los pobres son los más generosos para compartir las pocas cosas que tienen. La primera lectura que nos presenta la liturgia de hoy habla precisamente de una viuda dispuesta a compartir con el profeta Elía el último puñado de harina y un poco de aceite que había quedado para ella y su hijo. Esa TOTALIDAD que pide el evangelio se realiza en la viuda pobre. Jesús mira a la totalidad y no a la cantidad.

Los ricos y los escribas no trabajaron por amor a Dios sino por orgullo personal, alimentando su egoísmo. No hay lugar para Dios en sus corazones y no hay sensibilidad para las necesidades de los demás, sino que, por el contrario, el Evangelio dice de ellos que « devoran los bienes de las viudas«.

            Quiero dejar claro que la oración no es para las personas ricas por poseer una gran cantidad de dinero o para el escriba solo porque es un escriba. Habrá ricos santos y pobres condenados, pero cuando Jesús mira al corazón, nosotros también debemos aprender a analizarnos profundamente.

1.¿Cuál es el espíritu que me mueve a hacer cosas?

          ¿Vanagloria? ¿Éxito? ¿El aprecio de los demás? ¿Te sientes mejor que los demás?

2. ¿Cuánto estoy dispuesto a ofrecer por el amor de Dios y del prójimo?

          ¿Lo que me sobra? Un poco? Mucho? TODO lo que puedo dar hoy?

3. ¿Soy honesto conmigo mismo cuando digo que todo es realmente TODO?

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Domingo XXV del T.O. (B)

Mc 9,30-37
 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:– «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:

-«¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
-«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
-«El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

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Domingo XX del T.O. (año B)

Jn 6,51-58

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

– «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Disputaban los judíos entre sí:

– «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

Entonces Jesús les dijo:

– «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hom­bre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resu­citaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera be­bida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mi.

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vues­tros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»

de este pan vivirá para siempre.»

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Domingo XVII del T.O. (B)

Jn 6,1-15
 
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:

– «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?»

Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó:

– «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:

– «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»

Jesús dijo:

– «Decid a la gente que se siente en el suelo.»

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

– «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.»

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

– «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.»

Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

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Natividad de s. Juan Bautista (B)

Lc 1,57-66.80

 

A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre.

La madre intervino diciendo:

– ¡No! Se va a llamar Juan.

Le replicaron:

– Ninguno de tus parientes se llama así.

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua y empezó a hablar bendiciendo a Dios.

Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo

– Qué va a ser este niño? Porque la mano de Dios estaba con él.

El niño iba creciendo y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

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Domingo – Corpus Domini (B)

Mc 14,12-16.22-26

 

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cor­dero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde esta la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos».
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encon­traron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendi­ción9 lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.»
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.
Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
 

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II Domingo de Cuaresma (B)

Mc 9, 2-10

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:

«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía qué decir, pues estaban asustados.

Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:

«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban del monte, les ordenó que contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Esto se les quedó grabado, y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.

 

El Evangelio de hoy nos habla de una experiencia mística que incluyó a Pedro, Santiago y Juan; se inserta en el viaje de Jesús con los Doce a Jerusalén, donde completaría su misión a través de su pasión, muerte y resurrección. Este relato de la transfiguración está precedido por la profesión de fe de Pedro: «Tú eres el Cristo» (Mc 8,29) y desde allí Pedro recibe el mandato de Jesús según la historia paralela del evangelista Mateo: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra Yo edificaré mi iglesia» (Mt 16,18). El relato  continúa con el primer anuncio de la pasión donde Pedro vacila con la intención de defender a Jesús. La siguiente enseñanza surge sobre las condiciones del discipulado: perder la vida por Jesús y por el Evangelio, negarse a sí mismo, cargar con la cruz y seguir Sus pasos. Un mensaje fuerte y difícil de recibir …

Después de esta larga pero fundamental presentación, este es el día en que Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan para que suban con Él a la montaña. ¿Por qué ellos? ¿Por qué solo ellos? Si los Doce eran un grupo muy unido, ¿no podrían haber vivido juntos este momento de revelación y gloria así como vivían juntos todos los otros momentos hermosos y difíciles de su camino hasta entonces? A primera vista, esta situación puede parecer una injusticia por parte de Jesucristo hacia el resto de los apóstoles y puede parecer que haya algunas preferencias en el corazón de Jesús. Intentamos responder a cada una de las preguntas que nos hicimos a nosotros mismos una por vez.

 ¿Por qué ellos?

Como ya se mostró en la larga introducción anterior, Pedro recibió de Jesús una misión de gran responsabilidad («Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia» (Mt 16,18)) y de él dependerá la vida de la Iglesia de todos los siglos por lo cual debe tener fundamentos sólidos, de certezas para que no vacilen en el momento de la prueba y sean de apoyo, de ayuda para otros. Juan y Santiago, los hermanitos muy jóvenes, especialmente Juan, que juntos tuvieron el valor de dejar a su padre y sus redes y seguir a Jesús. Ellos son los más tiernos y quizás los más frágiles; aún no han tenido tiempo para fortalecerse con las experiencias de la vida y han dejado todo y han depositado toda su confianza en Jesús. La persecución y el duro martirio de Jesús hubieran sido una causa de pérdida para ellos si no hubiesen tenido la certeza de que detrás de esa humanidad había un misterio mucho más grande y arcano.

¿Por qué solo a ellos?

Nosotros tendemos a ver esta experiencia mística como un regalo, una recompensa, un privilegio y de verdad lo es, pero descuidamos que todo en la vida tiene un precio. Vivir una experiencia de este tipo aleja la persona de la realidad presente, trastorna … y para esto fue una experiencia corta pero muy intensa. De las palabras de Pedro vemos cómo a él le causó una desorientación de la realidad: «Maestro, es bueno para nosotros estar aquí; Hagamos tres tiendas, una para ti, una para Moisés y otra para Elías «. Pedro ha perdido la noción del tiempo, ha olvidado que hay otros nueve compañeros esperándolos, ha olvidado la misión que están llevando a cabo en el mundo, el porqué habían llegado hasta allí. Sin embargo, fue Pedro quien fue a buscar a Jesús cuando se había retirado a orar y la gente lo estaba buscando, como para recordarle a Jesús que estaban allí para las ovejas sin pastor y necesitadas. Ahora, Pedro no sabe qué decir entre miedo y asombro, pero Jesús los devuelve a la realidad, descienden de la montaña y continúan su misión hacia Jerusalén. Está prohibido hablar con otros sobre esta experiencia hasta el día de su resurrección. Qué difícil es mantener un secreto sobre algo que no se comprende bien y que debemos compartir para encontrar respuestas y unir fuerzas.

Una mística escribió en su diario la dificultad de regresar a la vida cotidiana después de haber vivido experiencias místicas. Como si la rutina de la vida ya no fuera lo bastante, como si la vida presente fuera aburrida después de la dulzura experimentada. Podemos hacer una comparación con lo que nos sucede al estar de pie bajo el sol…nos deslumbra la luz fuerte y luego, al entrar a una habitación, por un tiempo no podemos ver nada. Esto también sucede en la vida mística. Un regalo siempre tiene su coste. Por esta razón, Jesús no llama a todos en la montaña para vivir esta experiencia, no es útil, no es necesario, no tiene que cargar a todos con un peso que tal vez no podrían llevar. Tres testigos son suficientes (ver Mt 18,16; Dt 19,15) para apoyar la fe de todos a su debido tiempo.  

Jesús nos dio la oración para vivir una dimensión de unión íntima con lo divino. A través de la oración, podemos acceder a esta dimensión que no provoca una desviación de la realidad, sino que nos ayuda a vivir el presente de una manera especial, la comunión con Dios en el presente y la eternidad en la fugacidad de la vida material. La voz desde la nube nos muestra el camino: «Éste es mi Hijo amado; EscuchadLo”.

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Fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret (B)

Lc 2,22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones. » Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: -«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel

 

Hoy, fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, José, María y el Niño Jesús. Personas que siempre vamos mirando por separados, hoy la iglesia nos invita a mirarlas como familia, como cuerpo único, lugar sagrado, institución perfecta. Realidad que coge significación teológica por el misterio de la Santísima Trinidad y estructura muy estable como un tamburete que se apoya sobre tres piernas.
¿Es la persona particular que santifica la familia o es una familia santa que genera una persona santa?
Pues la interacción es siempre recíproca pero sí sabemos que muchos de los problemas de los jóvenes de hoy y futuros hombres y mujeres de mañana tienen raíz insanables en familias enfermas.
Toda la vida de una persona se forma a nivel familiar, sus relaciones futuras en la sociedad, su estabilidad, respeto, compromiso, estima de si mismo y según este modelo la persona va a construir familias más grandes como grupo de amigos, familia parroquial, comunidad religiosa, la vida de una aldea, pueblo o ciudad, el ambiente laboral.
La iglesia hoy nos llama a mirar la familia de Nazaret como modelo de familia, modelo de amor, de fe, de confianza, unión, donde un lugar principal tiene la voluntad de Dios que supera cualquier otro aspecto.
Por separado, José, María, El Niño Jesús, han dicho su “si” a la voluntad del Padre y en ese si han encontrado la disponibilidad del otro, la fuerza en las pruebas, la capacidad de realizar el proyecto de Dios, la santidad.
Pedimos al Señor por todas las familias y trabajamos en la familia para transformar al mundo.

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